One Flew Over The Cuckoo’s Nest | Crítica

One Flew Over the Cuckoo’s Nest (1975) de Milos Forman cuenta con un impresionante rastro de ovaciones. Fue la segunda película en la historia en ser otorgada los cinco premios principales en los Óscares.

Basada en el libro homónimo por Ken Kesey, la cinta trata acerca de un convicto a quien asignan a un hospital psiquiátrico para evaluar su estado mental. Jack Nicholson es sublime en el papel de R. P. McMurphy. Su llegada significa para los otros enfermos, un cambio radical en su sedante rutina, misma que es ejercida por la enfermera Ratched (Louise Fletcher).

McMurphy se da a la tarea de contagiarles el deseo de vivir, les estrecha una mano amiga y les trata como lo que son, humanos comunes y corrientes, personas que no necesitan de estar confinados a las paredes de un psiquiátrico. Fletcher entrega lo que es una de las mejores actuaciones de su carrera, su insensibilidad y sentido de orgullo nos enferma hasta lo más profundo. Esta es una villana que no usa violencia física para infundir miedo, utiliza la humillación y castigo psicológico.

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Cámara escondida

Las actuaciones son lo más invaluable de toda la película. La historia se da con tanta naturalidad, que es como estar asomado en las vidas de estas personas mediante una cámara escondida.

Brad Dourif encarna a un entrañable Billy Bibbit, quien se vuelve el protegido de McMurphy, “Eres sólo un chico. ¿Qué haces aquí?” le pregunta cuando admite estar por voluntad propia en el hospital. También está el Jefe (Will Sampson) quien junto a McMurphy forma una amistad entrañable. Nos hacen apoyarlos y vitorear por ellos cuando conocemos a los personajes y nos convencemos de que no son tan malos después de todo.

Cuando la enfermera cuestiona a Harding (William Redfield), uno de los pacientes, acerca de sus problemas maritales frente a todos, se hace un zoom in lento a la cara de la antagonista. Esto nos da a conocer que lo que en realidad está haciendo es retarlo. Quiere que todos en el pabellón sepan quién tiene la autoridad en ese lugar, como si su palabra fuese la suprema jurisdicción.

Las actuaciones son lo más invaluable de toda la película. La historia se da con tanta naturalidad, que es como estar asomado en las vidas de estas personas mediante una cámara escondida.

Brad Dourif encarna a un entrañable Billy Bibbit, quien se vuelve el protegido de McMurphy, “Eres sólo un chico. ¿Qué haces aquí?” le pregunta cuando admite estar por voluntad propia en el hospital. También está el Jefe (Will Sampson) quien junto a McMurphy forma una amistad entrañable. Nos hacen apoyarlos y vitorear por ellos cuando conocemos a los personajes y nos convencemos de que no son tan malos después de todo.

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